Por: Faryd Alvarado
Una potencia mundial es
un estado que tiene la capacidad de influir o
proyectar poder a escala mundial. Como sabemos EEUU ha
representado durante algunos años el poder económico en el mundo más sin
embargo no significa que sea libre de deudas. Por otra parte nos encontramos a
China el país más poblado del mundo y que en los últimos años está implementando un
sinfín de métodos que alzan la economía y la industria, quiere cambiar su
imagen de gigante industrial, con unas tasas de crecimiento espectaculares.
Dejar atrás los ya
manidos tópicos de fábrica mundial de productos baratos, de dudosa calidad y de
segunda economía mundial con perspectivas de convertirse en la primera.
El gobierno chino cree que el actual modelo de desarrollo político y económico
que les llevó al éxito durante los últimos 30 años se ha agotado. Esto
significa que la comunidad internacional, probablemente, tendrá que adoptar una
nueva estrategia en sus relaciones comerciales.
La
economía china es realmente un coloso. Su producto interno bruto es ya dos
tercios del de
Estados
Unidos. Además, su influencia sobre la economía global es arrolladora. Basta
pensar en
las
etiquetas de la mayoría de productos que importamos: simplemente reflejan que
China se ha
convertido
en el tercer exportador mundial, desbancando a Japón, y sólo después de
Alemania y
Estados
Unidos. De la misma manera, los inmigrantes chinos están inundando America y
Europa de tiendas de productos chinos
baratos que están permitiéndoles enriquecerse y seguir manteniendo estrechos
contactos con su país de origen. Además, China se ha convertido en el destino
número uno de las grandes multinacionales, lo que le ha permitido importar
técnicas de producción desarrolladas y tecnología para agregar valor a sus
exportaciones que, hoy por hoy, ya cubren una enorme variedad de productos. Por
último, China no se conforma con recibir capital extranjero, sino que también
consigue invertir masivamente en el extranjero gracias a las ventas de sus
productos en todos los mercados mundiales. Las inversiones de China en el
exterior, por el
momento,
se han concentrado en títulos seguros, principalmente del Tesoro de Estados
Unidos,
cuya
necesidad de financiar su enorme déficit, tanto fiscal como por cuenta
corriente, ha colocado
a
China en una posición envidiable, dadas las cantidades que tiene a disposición
para invertir, y ha
colocado
a Estados Unidos, en cambio, en una situación de cierta dependencia. Aunque la
solvencia
de un país como Estados Unidos no plantea dudas, lo cierto es que China, con
sus
inversiones
masivas, ha contribuido a que Estados Unidos haya podido mantener unos costos
de
financiación
reducidos. Más recientemente, China se ha embarcado en compras de activos
reales,
fundamentalmente
empresas exportadoras de materias primas, pero también de tecnología. Dados los
recursos a disposición de China, esta política de internacionalización de sus
empresas está empezando a cambiar el ajedrez económico y empresarial mundial.
En
resumen, China es enorme en población y en tamaño económico y, además, cada vez
está
más
abierta comercial y financieramente, de modo que por fuerza de las cosas ha de
influir
sobre
la economía mundial. La rapidez con la que se ha producido este fenómeno el PIB
se ha
doblado
en tan solo seis años y la falta de información fehaciente al respecto por la
propaganda
y
la censura que aún reinan en el país han hecho que el fenómeno nos haya tomado
a todos por
sorpresa.
Es como si China hubiera estado sumergida durante muchos años y, de repente y
sin
esperarlo,
emergiera con un enorme poderío. Así, de la visión de país subdesarrollado y
planificado
de tan solo unos años atrás, se ha pasado a observar a China con euforia. La
euforia
llega
hasta tal punto que algunos analistas prevén incluso que, de seguir así las
cosas, China se
convierta
en la primera potencia económica mundial dentro de treinta y cinco años, al
menos por lo que respecta al tamaño del PIB
independientemente,
no hay duda de que China es y será una economía importante a nivel mundial
pero, para poder desbancar a Estados Unidos como primera economía mundial,
China tendrá que conseguir llegar a ser una economía de mercado sin mayores
sobresaltos. Pero el país no podrá mantener indefinidamente una economía de
mercado sin democratizarse, lo que plantea aún más incertidumbres sobre el
futuro. Las experiencias de los países del Este y de la antigua Unión Soviética
muestran lo costosa que puede llegar a ser dicha transición. Esto no quiere
decir, sin embargo, que a China no pueda esperarle un futuro brillante en el
largo plazo, pues cuenta con
importantes
ventajas respecto a la mayoría de países emergentes, siendo la mayor de ellas
una
población
enorme interesada por superarse, por dar formación a sus hijos y, por tanto,
por
acumular
riqueza y capital humano. Mientras tanto, lo que está claro es que la
emergencia de
China
como potencia económica se basa en su apertura, y que esa apertura está
cambiando el
orden
económico y monetario internacional.
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